En el año 936 empezaron los trabajos de su gran obra: la ciudad palatina de Madinat al-Zahra (Medina Azara). Estaba situada a 5 kilómetros de Córdoba y el propósito del califa era trasladar su residencia y todos los servicios administrativos a la nueva ciudad que estaba situada en un lugar de extraordinaria belleza.
Los autores árabes se escandalizaron de los gastos en su construcción, de las cubiertas doradas de los edificios, de la suntuosidad de sus pabellones o de la magnificencia de las recepciones que allí se desarrollaban.
Estaba dotada de una planta octogonal y organizada en un sistema de terrazas sucesivas. La ciudad tenía una parte residencial y otra de carácter oficial. Los accesos estaban marcados por grandes calzadas y tenía, por lo menos, dos mezquitas: una grandiosa, situada cerca de las dependencias del califa, y otra, situada junto a la muralla.
Gran parte de su construcción se realizó con piedra arenisca procedente de las canteras de Albaida. La ciudad contaba, además, con un complejísimo sistema de aprovisionamiento de agua que reutilizaba un sistema de acueductos de época romana, que fue modificado para proveer de agua a surtidores y estanques, cocinas y letrinas distribuidas por diversas zonas del alcázar de Madinat al-Zahra.
Casa de los Visires, antiguamente conocida como casa del Ejército, en Madinat al-Zahra
En el año 939 será derrotado en la batalla de Simancas por el rey Ramiro II y en el 961 fallece en la ciudad que con tanto cariño había fundado: Madinat al-Zahra.
2 comentarios:
Aquello debió de ser maravillosamente bello, quidquid.
Esa es otra epoca que me fascina.
un abrazo.
Viene con justeza el refrán que asegura "nadie sabe para quién trabaja".
Un abrazo.
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