jueves, 28 de mayo de 2009

Lelawala, la Doncella de la Bruma



Los indios iroqueses sabían que las cataratas eran sagradas, pues Manitú, el Creador y Dador de Vida, habitaba allí. Era el lugar donde los buenos espíritus de los muertos podían elevarse con los vapores de las cataratas hasta los Terrenos de Caza Felices, en tanto las almas malvadas caían para toda la eternidad en la turbulencia.








Uno de los más famosos relatos relacionados con las cataratas, y que posee muchas versiones, es el de Lelawala, la Doncella de la Bruma.










Su tribu, los ongiaras, estaban muriendo a causa de una misteriosa enfermedad. Intentaron aplacar al Dios trueno, Hinum, enviándole regalos por encima de las cascadas, pero la mortandad continuaba.


Para aumentar el valor del sacrificio, decidieron entregar a Lelawala. Subió con valentía a la canoa, pero fue capturada a mitad de la cascada por los dos hijos de Hinum, que deseaban su belleza. La joven prometió aceptar a aquel que le explicara el misterio de las muertes. El más joven le habló de una serpiente que envenenaba el agua para devorar a los muertos.









El espíritu de Lelawala transmitió esta noticia a los guerreros de su tribu y estos mataron a la serpiente, cuyo cuerpo formó el semicírculo de las cataratas Herradura de Caballo.






Desde entonces Lelawala habita en la cascada como la Doncella de la Bruma.





Charles Dickens escribió que las cataratas del Niágara conseguían que se sintiera "cerca de mi Creador... Tranquilidad Espiritual, serenidad, calma, recuerdos de los muertos, grandes pensamientos de Descanso y Felicidad Eternos..."

Un bonito lugar para pasar unos días de vacaciones...

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