
Velázquez hizo numerosos retratos de la familia real española destinados a sus residencias palaciegas y también, entre 1640 y 1645, llevo acabo varias representaciones de los bufones que les acompañaban y distraían. Estas obras se destinaron a la decoración de la Torre de la Parada de El Pardo.
Siguiendo la misma línea con la que trataba de representar al soberano y a su familia, el pintor plasma en estos lienzos cuatro personajes, de figura fea y deforme pero interpretados de manera comprensiva, como tratando de ocultar los defectos en lugar de recrearse en ellos.
El oligofrénico Francisco Lezcano, más conocido como el "Niño de Vallecas" estaba al servicio del príncipe Baltasar Carlos. También conocido por "El Vizcaíno" por que era natural u oriundo de Vizcaya.
El bufón Juan Calabazas, erróneamente identificado como el "Bobo de Coria", formó parte de la servidumbre del cardenal-infante don Fernando y, más tarde de la del propio rey.
Don Sebastián de Morra, también al servicio de los reyes
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Don Diego de Acedo, popularmente conocido como "El primo" por que se creía que era pariente del artista y cuya diminuta figura parece todavía menor junto a los gruesos documentos que está repasando y que componen uno de los mejores bodegones de Velázquez.
Bufones los ha habido siempre en la historia de la humanidad. El status que se le otorgaba al bufón era siempre bastante denigrante. Algunos bufoneaban y actuaban como arlequines en la calle, para ganarse la vida simplemente, otros lo hacían de modo casi-profesional en las Cortes Reales, para servir de entretenimiento a la realeza. Era realmente muy útil un bufón, pues prácticamente era un objeto privado, el juguete de la familia que hacía reír, entretenía, divertía simple y llanamente. Cuando el bufón no cumplía con sus obligaciones no servía para nada, incluso era despreciado por el mismo populacho al verlo pasar con su figura deforme y sus vestiduras extrañas por las angostas calles medievales.